26 de marzo de 2015

Una mirada a la oscuridad

La siguiente cita corresponde al epílogo de la novela semi autobiográfica A Scanner Darkly, escrita por el maestro Philip K. Dick en 1977. La obra se sitúa en un futuro distópico y retrata el consumo de drogas, tanto recreativa como abusivamente, reflexionando sobre el mismo y sus consecuencias. Esta nota final no desvela nada de la novela, simplemente hace una reflexión -e invita a reflexionar- sobre su vida y la de sus amigos, muertos o no, que fueron víctimas de adicciones terribles, y cómo llegaron a esa situación.

Esta novela se ha referido a varias personas que sufrieron un castigo excesivo por lo que habían hecho. Deseaban gozar de la vida, pero eran como niños jugando en la calle. Veían a sus amigos morir uno tras otro —atropellados, mutilados, destruidos—, pero ellos seguían jugando. Todos nosotros fuimos realmente felices durante algún tiempo, por más terriblemente breve que fuera. El posterior castigo superó todo lo imaginable: no podíamos creerlo por mucho que lo viéramos. Por ejemplo, mientras redactaba esta nota me enteré del suicidio de la persona en que estaba basado el personaje ficticio de Jerry Fabin. Un amigo mío, que luego me sirvió de modelo para describir a Ernie Luckman, murió antes de que empezara la novela. Yo también fui, durante algún tiempo, uno de estos niños que juegan en la calle. Intenté, como todos los demás, jugar en vez de crecer. Y recibí mi castigo. Soy una de las personas que aparecen en la lista que leerán casi al final de la nota, una relación de los individuos a quienes está dedicada esta novela y del estado en que quedaron.

El mal uso de la droga no es una enfermedad, sino una decisión similar a la de apartarse frente a un coche que se nos echa encima. Podría afirmarse que no es una enfermedad, sino un error de juicio. Cuando mucha gente empieza a cometer tal fallo, se trata de un error social, un modo de vida. El lema de este modo de vida particular es «Sé feliz ahora porque mañana te morirás.» Pero la muerte acontece casi instantáneamente y de la felicidad sólo queda el recuerdo. Por lo tanto, no hay otra cosa más que una aceleración, una intensificación de la existencia humana normal. La única diferencia es que este tipo de vida se desarrolla más velozmente que el ordinario. Tiene lugar en días, semanas o meses en lugar de años. Tomad el dinero contante y sonante y no os preocupéis por los intereses, como afirmara Villon en 1460. Un criterio erróneo cuando el metálico asciende a diez centavos y el interés es por toda una vida.

No hay ninguna moraleja en esta novela. Ni tampoco se trata de una visión burguesa, ya que no se afirma que los personajes cometieran el fallo de jugar cuando deberían haber estado trabajando duramente. La novela sólo explica cuáles fueron las consecuencias. En la tragedia griega, la sociedad empezó a descubrir la ciencia, o dicho de otro modo, la ley de la causalidad. Aquí, en esta novela, existe una Némesis. No una diosa del destino, porque ninguno de nosotros tuvo opción a dejar de jugar en la calle, sino, como reflejo en mi relato, extraído de lo más profundo de mi vida y de mi corazón, una Némesis terrible para aquellos que quisieron seguir jugando. No soy un personaje de esta no vela, soy la novela en sí. Como lo era todo nuestro país en esta época. Mi libro se refiere a más gente de la que yo conocí en persona, a algunos individuos cuya suerte todos pudimos conocer a través de los periódicos. Optamos por perder el tiempo con nuestros camaradas, por decir y hacer tonterías mientras grabábamos discos. Y esa fue la peor decisión que se tomó en la década de los sesenta, tanto dentro como fuera del establishment. La naturaleza nos reprimió con drásticas medidas. Hechos espantosos nos obligaron a detenernos. El «pecado» de estas personas, si es que puede hablarse de pecado, consistió en querer vivir bien siempre, y fueron castigados por ello. Pero creo, como ya he dicho al principio, que quizás el castigo fue excesivo, y prefiero considerarlo, a la manera griega o de un modo moralmente neutral, como pura ciencia, como una determinista e imparcial relación causa-efecto. Los amaba a todos. Y esta es la lista. A todos los quise y a todos les dedico ahora mi cariño:

A Gaylene, fallecida
A Ray, fallecido
A Francy, psicosis permanente
A Kathy, lesión cerebral permanente
A Jim, fallecido
A Val, lesión cerebral masiva y permanente
A Nancy, psicosis permanente
A Joanne, lesión cerebral permanente
A Maren, fallecida
A Nick, fallecido
A Terry, fallecido
A Dennis, fallecido
A Phil, lesión pancreática permanente
A Sue, lesión vascular permanente
A Jerri, psicosis permanente y lesión vascular
...y un largo etcétera.

In memoriam. Fueron mis camaradas, los mejores que he tenido. Permanecen en mi recuerdo, y el enemigo nunca será olvidado. El «enemigo» fue el error que cometieron jugando. Dejadles que vuelvan a jugar, de algún otro modo, y permitidles que sean felices.

También hay una adaptación cinematográfica dirigida por Richard Linklater, la cual recomiendo encarecidamente. Saludos.

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